México grita y reza, baila y canta, llora y se hunde en los más profundos abismos para invocar la vida o trabar tregua con la muerte. Busca los dones del alba, los dones de la noche, bajo el amparo del fuego, entre el crepitar de las llamas de las velas, entre la ondulación de suaves sombras, entre el perfume de frescas flores que son ofrenda y seña de identidad.
Derramar lo divino en tierra fértil. Vino. Emborracharse pensando en dios. Emborracharse de él. Con él. Correr ¿Huir? ¿Ir? La carrera arrebata. Los cuerdos no han llegado a la fiesta, los locos tampoco. Todos están en otro lugar en otro momento. La cordura aquí es toro pasado. La locura aquí no existe. ¿Dios? Sí …pero otro …otros. Fiesta sí, también cuaresma…o Miércoles de Ceniza o Xantolo. Dependiendo de Dios es la piedra. Dependiendo de la piedra es Dios. Estamos parados en el centro del rito. Cenital divino ¡Diablos! Viernes Santo o miércoles de ceniza o domingo de ramos. O Xantolo, o Malverde, o la Santa Muerte. O día veintiocho de San Judas u otro día investido de magia, de esperanza, de plegaria, de anuncio o de temor.
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